EL DEPORTE ESCOLAR DESDE LA FILOSOFÍA DE LA CDN

Existe un planteamiento educativo y de esparcimiento del deporte más cercano al juego que a la competición, y está asociado al contexto escolar. Este enfoque se ilustra desde la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN); en concreto, haciendo referencia a los artículos 12 (Respeto a su opinión), 29 (Objetivos de la educación), y sobre todo 31 (Esparcimiento, juego y actividades culturales), que indican una serie de guías que podemos relacionar con el deporte en el contexto escolar. Se pretende por un lado reflexionar sobre la forma en que desde el mundo adulto se organiza el deporte escolar, y qué consecuencias tiene en niños, niñas, y adolescentes. Por otro lado, se pone de manifiesto la importancia que cobra la aceptación y consecuente puesta en práctica del “enfoque de derechos” en el deporte escolar, como elemento esencial de integración y cohesión social. Las consecuencias de aplicar el Art.12 (Respeto a su opinión), implican que deben de escucharse las opiniones que el alumnado pueda tener sobre el Deporte Escolar. No se trata simplemente de proporcionar unas actividades por arreglo a una moda social, o como consecuencia de las preferencias que tengan los adultos, sino de atender a las necesidades del niño sobre la base de su desarrollo integral como persona, esto es, desde su Interés Superior.

Dentro de los debates socio-jurídicos sobre la interpretación de la ley, y en el caso concreto del articulado de la CDN, no parece haber demasiadas discusiones encontradas, ya que el consenso en el Interés Superior suele ser la base interpretativa. Por ello, y desde el Art. 29 (Objetivos de la educación), podemos interpretar que el papel de la escuela no se limita al desarrollo de las aptitudes mentales del niño – como venimos defendiendo desde hace varios años. Tal y como se desprende de las recomendaciones del Comité sobre los Derechos del Niño, la educación debe abarcar las aptitudes del niño, en el campo de la creatividad y las artes, la artesanía, los deportes y las capacidades profesionales; la capacidad física, desde la simple coordinación motriz hasta actividades como la natación, la gimnasia, los juegos de balón, etc.; el desarrollo de la personalidad sobre la base de sus necesidades y en el marco de su desarrollo integral como personas, que constituye – o debería constituir por encima de cualquier otro interés -, el aspecto que mayores retos plantea para las escuelas y los educadores.

Nuestra investigación demuestra que la práctica concreta del deporte escolar puede englobar esas actividades recreativas con las que desarrollar aptitudes y valores, complementarias a la actividad física. Cuando abordamos en los institutos esta visión del deporte desde el Art.31 (Esparcimiento, juego y actividades culturales), la mayoría de los chicos valoran positivamente que en los centros se pueda jugar al fútbol principalmente; pero al indagar más en este tema se registran comentarios poco alentadores, sobre todo en relación al rol de los adultos y su comportamiento agresivo. Además, cuando proponemos si no les gustaría tener alguna alternativa, las chicas empiezan a participar en el debate (Puedes leer los TESTIMONIOS de Aitor, 14 y Paula, 13). Si enlazamos ahora estas cuestiones con las implicaciones que se derivan del derecho a la participación, esta vez desde la perspectiva de género, acudimos 20 años después, a la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer que ya en 1995 señalaba desde Beijing, una serie de acciones estratégicas entre las que destacamos la siguiente recomendación: “Fomentar la participación plena e igual de las muchachas en actividades no académicas como los deportes, el teatro y los actos culturales…” (Plataforma de Acción, A/CONF.177/20/Rev.1, párrafo 280). Siendo consecuentes con todo lo anterior, deberíamos plantearnos renovar la oferta de actividades recreativas por arreglo a la plena participación de todo el alumnado, incluyendo a las chicas; al mismo tiempo, es conveniente velar por la práctica de deportes que por un lado sean educativos en sí mismos, y que por otro fomenten la cohesión social incluyendo criterios de fair play juego limpio.

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Cuando pensamos en el concepto de juego limpio podemos asociarlo a la manera de “jugar” un partido. En este caso el concepto sería relativamente fácil de aplicar, ya que “solo” es cuestión de seguir las normas respetuosamente, acatar las decisiones arbitrales sin cuestionarlas, y no provocar al contrincante ni a los asistentes. Si volvemos a profundizar, podemos adentrarnos en el mundo del respeto, de la justicia, la tolerancia, la empatía, no solo en el contexto de la competición deportiva, sino a nivel social en general, en la relación entre iguales, y la actitud hacia la autoridad. Ya en los años 80, la FIFA presentó un sencillo código de conducta que incluyó en su campaña “Mi Juego es Limpio” (My Game is Fair Play), iniciando el camino que puso de moda el término Fair Play. Tal vez la pregunta entonces sea, si la cuestión del Fair Play se relaciona únicamente con el deporte profesional, o si puede trascender a la esfera social para aportar luz sobre las cuestiones que afectan actualmente a la Infancia y la Adolescencia. Si entendemos el Fair Play como una forma de introducir valores como el respeto, o la tolerancia en los comportamientos de niños y adolescentes ante el deporte, parece lógico pensar que el contexto escolar es el más adecuado para asimilar estos valores. Pero teniendo en cuenta que la escuela no es la principal fuente de transmisión de valores – lo es la familia -, y siendo conscientes de las lamentables escenas que protagonizan, tanto jugadores profesionales, como padres en colegios, en referencia concreta a los partidos de fútbol – contradiciendo los elogiados códigos de conducta establecidos por la FIFA, sin consecuencias inmediatas -, podemos entender las actitudes antisociales que resultan.

El reto consistiría en buscar fórmulas para favorecer un deporte escolar educativo, centrado en el desarrollo integral del alumnado, desde un objetivo de cohesión social y convivencia. Una propuesta concreta, que además de reforzar todo lo anterior, favorece la práctica del deporte de las chicas a partir de los 12 años, subrayando todo lo establecido hasta ahora, es el Voleibol.

En esencia, el Voleibol puede contemplarse como óptimo desde el punto de vista educativo, puesto que sus características fomentan el juego en equipo y su consecuente ausencia de individualismos. Además, y al ser un deporte con ausencia de contacto físico, elude los posibles desencadenantes de comportamiento violento hacia los contrarios, fomentando paralelamente el autocontrol y el equilibrio. Los espacios de los equipos quedan perfectamente delimitados, penalizándose incluso la “invasión” del campo contrario lo que ayuda a desarrollar el respeto por los espacios personales. Incluso una mirada desafiante a través de la red que separa los campos puede ser penalizada, incidiendo en ese respeto por “el otro”. Cada jugadora rota por todas las posiciones, con lo que además de incidir en la importancia del juego en equipo, permite tomar conciencia de la importancia que tienen todas las tareas que se desarrollan en las diferentes posiciones. La jerarquía es también respetada ya que solo la capitana del equipo puede dirigirse al árbitro ante disconformidades, fomentando una vez más el autocontrol. Los árbitros pueden declarar puntos nulos si no están seguros de una decisión (cuestión que en otros deportes provoca enfrentamientos). Siempre, aunque se pierda un punto, se busca el refuerzo positivo en el centro del campo al reanudar el siguiente punto. Es un deporte con modalidad indoor y outdoor (Playa), que impulsa la convivencia y la cohesión social, al ser practicado por chicos y chicas conjuntamente, en equipos mixtos o no, pero cuyas posibilidades superan con creces la práctica de otros deportes. Pueden verse partidos desde 2 a 6 chicos contra 2 a 6 chicas; mixtos chicos y chicas en ambos equipos, o contra todos chicos o todas chicas… en suma, una combinación de múltiples variables que hacen de este deporte un valor a considerar seriamente para fomentar entre nuestros jóvenes.

Practicando Vóley en los institutos y desde este enfoque, podemos desarrollar relaciones interpersonales y valores humanos, respeto y empatía, o trabajo cooperativo en equipo construido desde el juego limpio. Todo esto genera unas dinámicas grupales a través del desarrollo educativo basado en la convivencia, que fomenta la cohesión social y en consecuencia, el desarrollo integral de las personas.

Autor: Dr. Gonzalo Torquemada

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