Excelencia Educativa y Ética del Cuidado

En el anterior post vimos cómo la Ética del Cuidado proporciona una filosofía de valores que contribuye a sanar nuestra Humanidad. Ahora nos centraremos en cómo afecta a la Excelencia Educativa, ya que para aprender a cuidar no solamente es necesario vivir la experiencia de cuidar, sino también la de ser cuidado. Es decir, la escuela no puede formar para el cuidado, si no proporciona espacios para que el alumnado y el profesorado cuiden y se sientan cuidados, por sí mismos, y en relación con los demás miembros de la comunidad educativa.

Qué tipo de relaciones de cuidado se necesitan en la formación de ciudadanos que puedan cuidar de manera competente?

La meta más importante de la escuela debe ser que los estudiantes se sientan queridos y atendidos en sus necesidades. Estas necesidades son inherentes al desarrollo integral de la persona; es decir, educativas, espirituales, emocionales, sociales, e individuales. Así, además de mejorar los procesos de aprendizaje, podrán llegar a ser personas que cuidan a los demás; podrán desarrollar tanto sus capacidades intelectuales como emocionales.

La Excelencia Educativa está estrechamente relacionada con lo anterior, ya que un profesional excelente no se conforma con la mediocridad, sino que aspira a la excelencia buscando oportunidades de crecimiento. En este caso, la excelencia educativa contribuye al desarrollo tanto del aprendizaje académico y emocional, como de la enseñanza académica y emocional. De hecho, la profesión de la docencia, se caracteriza por ser una actividad en la que el profesorado tiene la responsabilidad de facilitar el desarrollo de su alumnado en todas las dimensiones de su personalidad. Para esto, es fundamental el compromiso de establecer y mantener relaciones de confianza y de cuidado.

Este tipo de relaciones de confianza mutua, permiten al profesorado conocer a su alumnado y plantear las intervenciones educativas en función de sus intereses y necesidades. El profesor puede así plantearse algunas preguntas para diseñar su intervención:

  • ¿Cómo puedo utilizar mi asignatura para servir a las necesidades de cada uno de mis estudiantes?,
  • ¿cómo puedo ayudarles en la promoción de su inteligencia, tanto a nivel académico como emocional?,
  • ¿Qué puedo hacer para conseguir conectar con la mayor parte del alumnado?,
  • ¿De qué forma puedo contribuir a que entiendan la importancia de cuidar de sí mismos, de otros seres humanos, y de su entorno?

La docencia que se fundamenta en la ética del cuidado se desarrolla en el marco de la Dignidad Humana, introduciendo un sentimiento profundo de satisfacción en el alumnado y en el profesorado. En este sentido, el éxito académico sin el afecto positivo es moral y estéticamente vacío, sin sentido.

Educational-Excellence - Excelencia-Educativa

En los centros escolares actuales es tanta la preocupación por alcanzar los objetivos curriculares que es fácil olvidar los asuntos que realmente preocupan al alumnado y que están relacionados con el sentido auténtico de la educación: dar y recibir cuidado, con el consiguiente aumento del bienestar. Por eso, el profesorado, además de instruir en conocimientos académicos, ha de desarrollar relaciones interpersonales que enriquezcan a todos con nuevos modos de interpretar la realidad; con nuevos valores y actitudes, y con calidad en los comportamientos y en las relaciones que se establecen entre todos los miembros de la comunidad educativa.

El papel del Profesorado

Desde este enfoque de la educación, el profesorado debería ampliar sus competencias y reciclarse en temas para los que todos sabemos que no están preparados, porque sus carreras universitarias tienen muchas carencias.

Uno de los problemas que encontramos es la falta de motivación y de reconocimiento social al profesorado. Esta realidad contribuye a que muchos profesores sufran de síndrome de estrés laboral. No importa lo que hagan, el alumnado no valora sus esfuerzos, ni los percibe como acciones de cuidado. De hecho nuestras investigaciones confirman que los estudiantes no confían en sus profesores. Si partimos de una falta de confianza, ¿cómo podemos establecer relaciones de cuidado?

Por otra parte, la comunidad educativa está demasiado preocupada con el cumplimiento de los objetivos curriculares. Así tampoco se crean oportunidades para realizar el feedback necesario para reforzar las actitudes y actividades del profesorado. De esta forma, el sistema congela cualquier avance o innovación.

El papel del Alumnado

Además del profesorado y de la organización educativa, el alumnado también tiene un importante papel en la promoción del cuidado como valor humano. Aunque el alumnado, es en este caso destinatario del cuidado, también tiene una responsabilidad en esta relación. En concreto, debería cuidar y tratar al profesorado desde el respeto y la confianza de que dedican su trabajo al desarrollo integral del alumnado. De esta forma se desarrollan relaciones basadas en la estima, y desde la plena disposición a ayudar y favorecer la convivencia.

Si pensamos fuera del limitado diseño curricular, en una escuela tenemos muchas oportunidades para educar y crear conciencia colectiva buscando el bien común. Me refiero a la oportunidad de incluir actividades en relación con las funciones que desarrollan todas las personas que trabajan en la escuela. Por supuesto con el profesorado, pero también con mantenimiento, en limpieza, en la cocina, en administración, en seguridad, en jardinería (ya hablamos de la importancia de la naturaleza en el anterior post) etc. Con este tipo de actividades, además de educar, el alumnado desarrolla su percepción de pertenencia a la escuela, conecta con todo y todos los que “con-viven”. Así desarrollan la empatía, la responsabilidad, y en definitiva el cuidado de las personas y del entorno.

Desde este enfoque, alumnado y profesorado podrán reconocer que se necesita la colaboración de todos para el desarrollo de las tareas más elementales. Esta semilla puede empezar en el aula, y crecer hasta identificar a toda la humanidad como las personas que nos rodean, y el planeta como el entorno en que vivimos. Es por lo tanto un enfoque perfecto para desarrollar “actitudes predictivas y culturas preventivas contra la violencia, hacia una ciudadanía global humanizada”.

Autor: Dr. Gonzalo Torquemada

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